viernes, 5 de marzo de 2010

Un hermoso día

Recogió los restos de tristeza
esparcidos por el mantel
y los arrojó al cubo de la basura
mezclados con las migas de pan
del desayuno.

Se ciñó, con la cabeza alta,
la bandolera al hombro
y junto al pañuelo tiró
las pobres secreciones del dolor
de la mañana.

Sacó de su gorra los últimos
restos de la noche y al abrir
la puerta, una brillante línea de luz
vertical, le partió la frente
entre los ojos.

Nicolás Calvo
Madrid
Marzo 2010

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