Recogió los restos de tristeza
esparcidos por el mantel
y los arrojó al cubo de la basura
mezclados con las migas de pan
del desayuno.
Se ciñó, con la cabeza alta,
la bandolera al hombro
y junto al pañuelo tiró
las pobres secreciones del dolor
de la mañana.
Sacó de su gorra los últimos
restos de la noche y al abrir
la puerta, una brillante línea de luz
vertical, le partió la frente
entre los ojos.
Nicolás Calvo
Madrid
Marzo 2010
El parador (II)
-
*Pensando en Wyeth* de Carmen Mansilla
*Nota*: Este relato es la continuidad de El parador (I), por lo que
aconsejo leerlo antes.
Agarré con dos dedos...
Hace 12 horas
"Un hermoso día" para ti poeta.
ResponderEliminarMe gustan tus mañanas.
UN abrazo.
Buena línea de luz¡¡
ResponderEliminarla vida continua...
ResponderEliminar