Uno nunca sabe la huella
que sobre la arena deja
la mano que modela
la puerta de una torre,
hundida hasta los nudillos
en la blanca, húmeda,
profundidad grávida de sílice.
El agua va y viene,
la torre se escurre entre los dedos,
la mano permanece,
pero la herida tarda en cicatrizar.
El agua, terca, daña tanto
como el posible acero.
Nicolás Calvo
Madrid
Abril 2011
El arte de hilvanar relámpagos: algunos poemas de "66 maneras de mirar" de
Neus Aguado
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Neus Aguado
Fotografía de @Andreu Adrover
Los textos que conforman estas “66 maneras de mirar” de Neus Aguado nos
sitúan en una especie de no tiempo, ...
Hace 1 semana