Fui un día a visitar
al poeta triste.
No me gustó.
No sonreía nunca.
Para él no habían
nubes en el cielo
ni caricias en la tierra,
sólo barrancos a sus pies
y maldad entre los hombres.
Tenía familia,
dinero y honores.
Lo dejé pronto
y me marché
a tomar una cerveza
y a fumar un cigarro
entre los amigos.
Porque uno, a veces,
está triste y a veces
el mundo le regala el sol,
la belleza o la verdad
una mañana.
Cualquier mañana
de un día cualquiera.
Nicolás Calvo
Madrid
Octubre 2012
Aliento sin espejos
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I*nterior (Model reading)* 1925, por Edward Hopper
El mundo no se apagó de golpe,
se fue encogiendo.
Un borde menos.
Una esquina más que interrumpe ...
Hace 9 horas
Buen poema,Nicolás.
ResponderEliminarEs grato el leerte.
Un saludo.
Me ha encantado la manera tan natural en que fluye este escrito.
ResponderEliminarSaludos