Uno nunca sabe la huella
que sobre la arena deja
la mano que modela
la puerta de una torre,
hundida hasta los nudillos
en la blanca, húmeda,
profundidad grávida de sílice.
El agua va y viene,
la torre se escurre entre los dedos,
la mano permanece,
pero la herida tarda en cicatrizar.
El agua, terca, daña tanto
como el posible acero.
Nicolás Calvo
Madrid
Abril 2011
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Ilustración creada por IA
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