martes, 22 de mayo de 2012

Justificación del poeta

Pinto con disgusto las ojeras de la mañana
sobre los blancos párpados del amanecer.

Pago los cruasanes y los cafés con leche
pasando mi bolígrafo por las páginas
que, en ciertos ojos, despertarán la sensación
de que, esas pequeñas señales, fueron hechas
para pegar entre si trozos de vida
a la disparidad inconclusa de las horas y los días.

Faltan confesiones en mi diario y demasiadas
preguntas terminan en las ventanas, huecas ahora,
y en las lunas esmaltadas de los ojos.

Las preguntas son las mismas pero fallan
las respuestas ante la inmaculada frescura
de las estatuas en los parques, donde pocas veces
depositamos un beso de amor sobre la hierba.

Escasa misión la del poeta, aunque quizá inabarcable;
convertir en ahora lo pasado y nombrar el mañana
en lo presente. Ya se que no es posible,
ya se que no hace falta quién enumere
las gotas de rocío ni ponga apellido a las cosas
que nunca tuvieron nombre,
pero es mejor que haya siempre locos
que, desde los bancos vacíos de las plazas,
le pongan signo a lo innombrable,
le dibujen caras a los charcos.

Nicolás Calvo
Madrid
Mayo 2012

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