Murio el reloj
sin pena junto
a un corazón roto.
Los dos compartían
muelles viejos
y carcasas oxidadas.
De hecho nadie los usaba
hace ya mucho tiempo.
Nicolás Calvo
Madrid
Enero 2011
Entre las hayas celestiales: tres poemas de Alba Seoane
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SEDIMENTO
El amor de las rocas está escrito
circula como los efluvios
por su piel áspera
lo escuchan al atardecer
perros famélicos
lectores de huesos y...
Hace 5 días
Cuando algo no se cuida... es lo que sucede... que termina por morir!!
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