No siempre, pero algunas veces
me gusta mirar a la marea
girando en la escollera, entre los bloques,
y ver cómo deja en los huecos
maderas partidas, boyas y redes enredadas,
alguna gorra marinera, sucia y rota
o el blanco cadaver de una barca ya sin fondo.
Como la vida, la mar sólo devuelve
lo gastado, lo roto, lo partido,
pero lo nimba de algas y de sales
como coronas de póstuma victoria
ofrecidas, en consuelo y desagravio,
a las almas que aún habitan sus orillas.
Nicolás Calvo
Madrid
Abril 2012
Entre las hayas celestiales: tres poemas de Alba Seoane
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SEDIMENTO
El amor de las rocas está escrito
circula como los efluvios
por su piel áspera
lo escuchan al atardecer
perros famélicos
lectores de huesos y...
Hace 3 días
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