Un vago rastro de tiempo
en la mejilla
enumera las marcas incisas
por la sangre que agolpa
tus latidos.
No es la señal o el rastro
lo que hiere.
Es la fatal cadencia
de los pétalos
que resuenan a tambor
sobre los charcos.
Nicolás Calvo
Madrid
Noviembre 2011
Entre las hayas celestiales: tres poemas de Alba Seoane
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SEDIMENTO
El amor de las rocas está escrito
circula como los efluvios
por su piel áspera
lo escuchan al atardecer
perros famélicos
lectores de huesos y...
Hace 4 días
Tú si que sabes ¡¡¡
ResponderEliminarMe gusta el poema.
ResponderEliminarUn saludo.