Los dedos se deslizan
arañando la luz de la mañana
mientras atrás queda la noche
murmurando en su soledad.
Un brazo alzado se desnuda
ante la clara ventana gris
que preludia la aparición
de la tranparencia presentida.
El cuerpo se estira de si,
se distancia de lo denso,
lo pesado, para dar sitio
a lo que apenas aguarda.
Un rayo de lo intangible
da forma y perfil al deseo,
a lo soñado, hecho ahora
presente en la virtualidad.
Todo se agota en un rumor
de roces no estrenados,
perplejos de lo suave,
donados de si mismos.
Un misterio inaugurado
se desvela entre rumores,
gemidos, gritos a veces,
incontenidos, plenos de darse.
La marea crecida arrebata
el tremor de la carne, apenas
nombrada tras la lucha, ya
relajada hasta el mutuo final.
La gloria del día iluminada
trasluce corpúsculos de polvo
cada uno posando su beso
en el resplandor de los amantes.
No habrá tregua esperada
hasta que la llama sin límite
devore la dulzura de la pasión
con la conclusión del ascua.
Nicolás Calvo
Madrid
Noviembre 2017
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