No pude desclavar la madrugada
de las pupilas de la alondra,
como no supe cerrar las sedosas
cortinas de los ojos
ante los mudos cristales, de luz ciegos.
Hay una pérgola de plata
sobre el estanque mercurial
de tus sentidos; ojalá que las flechas
no abatan a la feliz mensajera de los días.
Sería una larga pena no disfrutar
de los resoles, de las camas, de los gatos
y de los exactos relojes planetarios
que subrayan la apariencia de las cosas.
Es hermoso acordarse del futuro
un instante antes de que ocurra,
como gustar a qué sabe la luz
tras el tamiz de un velo silencioso
al filo de la noche de verano.
No es tan fácil saber de que acordarse
cuando la mañana rompe, una a una, las ventanas.
Nicolás Calvo
Madrid
Noviembre 2012
El parador (III)
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*El tiempo y las viejas* (1810) de Francisco de Goya
*Nota:* Este relato es la continuidad de El parador (I), El parador (II)
por lo que aconsejo leer...
Hace 2 semanas