La parte superior del labio se desliza
y al alcanzar las comisuras, se curva hacia arriba
mostrando un poco los dientes.
El labio inferior se distiende y dilata
y modifica, a la vez, su forma hasta la plenitud
de un gajo de Luna.
Tan sencillo y a la vez tan complejo
movimiento desplaza más músculos
que la elevación del pene o la relajación de la vagina.
Ante tal despliegue
no es extraño que,
con los tiempos que corren,
sea tan cara una sonrisa.
Nicolás Calvo
Madrid
Junio 2010
El parador (II)
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*Pensando en Wyeth* de Carmen Mansilla
*Nota*: Este relato es la continuidad de El parador (I), por lo que
aconsejo leerlo antes.
Agarré con dos dedos...
Hace 2 semanas
Nicolás, he encontrado una frase de Swami Sivananda que le va al pelo a tu post:
ResponderEliminar"Son necesarios cuarenta músculos para arrugar una frente, pero sólo quince para sonreír."
Así que acojámonos a la ley del mínimo esfuerzo y ¡sonriamos!
Un abrazo.
Me acojo a la ley que promulga Javier y sonrio y no me ha resultado cara, tanto él con su cita como tú con tu texto habéis logrado que sonría dos veces seguidas.
ResponderEliminarSonria por favor.