No me gusta vivir de las palomas
de su carne grisácea y resobada
de sus plumas marrones y grasientas
de sus picos que dan olor a cosa muerta.
No me gusta vivir de las palomas
porque de ellas salen huevos hueros
porque sus picos pican verde cieno
y sus ojos, como cuentas despintadas,
sólo miran hacia atrás con extravío.
No me gusta vivir de las palomas
porque yo sé que no son aves:
son los fútiles sentimientos que expelen
los errados cerebros de los locos
que derraman su humor en las aceras.
Las palomas me dan frío, me repelen.
Por eso no me gusta vivir de las palomas.
De miedo y dolor viven sus cuerpos
de trigo azul y de luz negra, su alma,
desgajada por fin del cuello roto,
del pecho añil de un hombre exhausto
con los ojos vidriados de mirar sólo hacia dentro.
Nicolás Calvo
Madrid
Septiembre 2017
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